sábado, diciembre 16, 2006

Cuadrilátero

...una vez que el caballo advierte que estamos tratando de comunicarnos con él,
que no somos una amenaza y que intentamos establecer un diálogo en un idioma común,
no sólo se mostrará complacido sino también, dispuesto a agradarnos.

Personalmente prefiero, cuando se trata del trabajo pie a tierra, hacerlo en un recinto cuadrado y con el caballo suelto.

Las dimensiones deben estar de acuerdo a una superficie en la que podamos desenvolvernos cómodamente tanto el caballo como uno mismo, ni muy estrecha ni muy amplia, digamos que con unos 8/10 metros de lado se diseña un cuadrado en el que se puede trabajar.

El caballo suelto podrá evolucionar según su propio equilibrio sin tensiones en la cabeza, cuello y nuca que lo desestabilicen y los ángulos rectos de cada esquina favorecerán el trabajo del posterior interno tanto como la inducción al flexionamiento que pretendemos. Una de las diferencias con el trabajo a la cuerda es que el recorrido del círculo no tiene fin, en cambio en el cuadrilátero, en cada esquina el caballo debe reconducir su cuerpo, corregir la dirección y prácticamente es introducido en una iniciación a la espalda adentro y a la media parada.

Este trabajo además nos permitirá interactuar con el caballo. Podremos experimentar con nuestra posición respecto del caballo y considerar los diferentes efectos que podemos producir según donde nos ubiquemos. En general, como habitualmente se hace trabajando a la cuerda, marcharemos describiendo un círculo interior y paralelo al caballo, manteniendo una distancia de más o menos 3 metros respecto del mismo, ubicados de tal modo que nuestras ayudas de impulsión apunten a la grupa.

Una de las primeras observaciones y prácticas que podemos hacer es rezagarnos, tendiendo a quedarnos quietos, saliéndonos del campo visual del caballo para advertir que en pocos segundos el caballo se detendrá por sí solo y nos buscará con su mirada.

Otra observación es evaluar cómo cambia el efecto de nuestra mirada según donde apuntemos al caballo. Si mantenemos una mirada firme sobre los ojos del caballo éste se mantendrá atento y amenazado, en cambio si la retiramos hacia el posterior y la bajamos un poco, el caballo suavizará su marcha.

Mientras tanto el caballo también emitirá señales… con su oreja interna leerá nuestras indicaciones y probablemente mastique o estire el cuello en señal de aceptación o sumisión, dependiendo esto último muchas veces de la intensidad del trabajo y si le damos al caballo oportunidad de manifestarse.

Uno de los ejercicios que podemos introducir es la ejecución del alto con fuerte remetimiento de los posteriores, flexión de garrones y bajada de cadera. Para iniciarnos en esto debemos aprovechar un lado del cuadrilátero y anticiparnos a la entrada en la esquina, adelantándonos con decisión y enérgicamente hacia las espaldas del caballo, para detenernos firmemente (manteniendo siempre la distancia del caballo, es decir no debemos ir hacia él, sino adelantarnos a su avance). Es conveniente anticipar con la voz un llamado de atención y luego alguna voz precisa como oh-oh al momento de la detención.

Con la práctica podremos convertir esta acción en una media parada, según la habilidad que desarrollemos para adelantarnos, detener e inmediatamente retomar la impulsión dejando pasar al caballo y continuar con su avance.

No está de más decir que cada ejecución deberá ser coronada con las felicitaciones del caso, si el caballo ha permanecido quieto, atento, esperando la próxima indicación…podemos acercarnos, felicitarlo y agasajarlo con caricias. Y tampoco está de más agregar que el entrenamiento y repetición no deberían exceder los 4/5 intentos a cada mano.

Siempre debemos tener presente que el trabajo debe realizarse en condiciones de “estabilidad emocional”, el caballo no debe perder su ritmo y su impulsión, su voluntad de avanzar, yendo al trote la pisada del posterior debe por lo menos alcanzar la huella del anterior, pero nuestras ayudas no deben traducirse en una presión excesiva que ponga al caballo en tensión o fuga. Si esto ocurriera debemos relajarnos, darle sosiego al caballo, recuperar su atención y relajamiento para poder recién entonces retomar el trabajo.

Nuestras ayudas deben ser indicaciones: trabajando pie a tierra todo nuestro cuerpo es para el caballo una suerte de “signo-función” que él interpretará para actuar en consecuencia, por eso nuestra obligación es ser lo más claros y precisos posible.

Si logramos entrenarnos en evaluar las consecuencias de nuestra presencia, nuestra actitud, nuestros gestos y nuestra mirada en la relación con el caballo podremos sacar valiosas conclusiones, pero la más importante es que tendremos de nuestro lado el favor de la sensibilidad del caballo y su buena disposición, porque una vez que el caballo advierte que estamos tratando de comunicarnos con él, que no somos una amenaza y que intentamos establecer un diálogo en un idioma común, no sólo se mostrará complacido sino también, dispuesto a agradarnos.

lunes, diciembre 11, 2006

Trabajo a la cuerda

El trabajo a la cuerda siempre ha sido una herramienta recomendada y aprovechada prácticamente sin objeciones.

Sin embargo la nueva mirada que aplicamos para relacionarnos con el caballo nos plantea algunas consideraciones.

En principio, por las condiciones de estabulación de los caballos (prácticamente un día entero encerrados en el box) el trabajo a la cuerda se presenta como la oportunidad para “desahogarse” con el compromiso que esto puede traer aparejado por los riesgos que se generan: contusiones y esfuerzos en general, sin calentamiento previo.

En las circunstancias habituales que el caballo llega al circular, difícilmente esté en condiciones emocionales adecuadas para realizar un trabajo sereno, relajado y en equilibrio.

También merecen consideración las instalaciones. Muchas veces no hay un circular preparado con la debida contención, de tal modo que trabajamos al caballo sosteniéndolo desde la cuerda (sin importar donde esté abrochada) provocando una torsión en la columna y cuello del caballo que tiene como consecuencia que el caballo acaba haciendo fuerza en contra de la cuerda… toda su musculatura trabaja en contra de nuestro objetivo, mientras nosotros lo sostenemos firmemente, el caballo hace fuerza para salirse del círculo, y aún si logramos mantenerlo, por lo general lo posteriores irán por fuera del circulo dibujando otra pista… en fin, una serie de efectos no queridos.

Aún si el circular está construido con la debida contención también ocurre que el trabajo sucesivo de muchos caballos por día desarrolla un “peralte” de la pista, provocando que el caballo trabaje sobre una pista en desnivel, promoviendo cierta inclinación de su cuerpo (del centro de gravedad) hacia el centro del círculo lo que hace que prácticamente pueda trabajar sin incurvarse.

Queda todavía una consideración más que es desde el punto de vista de la conducta. Supongo que la mayoría conocerá el “efecto unión” desarrollado por Monty Roberts, o el trabajo de Pat Parelli, que se sostiene en el mecanismo que utiliza el jefe de manada para mantener aislado de la misma a quien se ha comportado indebidamente y aceptarlo para que se reúna en el “círculo” una vez que considera que ya ha sido suficiente la amonestación, cuando el “apartado” da señales de sumisión y aceptación.

Cuando trabajamos a la cuerda procedemos de una manera análoga pero sin tener conciencia de los efectos que produce en el caballo. Mantenemos al caballo alejado de nosotros, y por lo general sin darle ninguna oportunidad de sosiego. Durante el tiempo que dure el trabajo a la cuerda, salvo raras excepciones, lo apartamos, lo impulsamos, lo arreamos… y el caballo posiblemente esté considerando: ¿qué habré hecho para que este tipo me mantenga a raya?

Y sobre todo, como no tenemos presente este mecanismo, desaprovechamos todas las señales y pedidos de clemencia que nos está dando el caballo, pidiéndonos por favor que lo aceptemos, que lo perdonemos. Desperdiciamos la oportunidad de cimentar el vínculo y dejamos una huella sensible en la evaluación que el caballo hace de nuestra manera de ser.

Muchas veces pensamos que aplicar una técnica y un procedimiento son las herramientas necesarias para un resultado correcto… que eso por sí solo garantiza la eficacia de nuestro entrenamiento. Pero si consideramos las apreciaciones que venimos enumerando podemos ver que el uso de una técnica, en principio apropiada, sin el debido análisis de todos los factores (y si fuera posible desde el punto de vista del caballo), puede traernos más consecuencias negativas que positivas.

sábado, diciembre 02, 2006

Equilibrio e impulsión

Ya sabemos que el caballo reparte su peso de tal modo que los anteriores soportan casi dos terceras partes, mientras el resto es soportado por los posteriores, lo que además se ve incrementado cuando nos montamos sobre él, aumentado aún más la carga sobre el tren anterior.

También sabemos que el centro de gravedad se ubica en un punto virtual debajo de la cruz, entre las espaldas.

Si bien estas características morfológicas pueden ser más que adecuadas para el desempeño natural del caballo en su ambiente y según sus necesidades, en lo que hace al caballo de equitación, nos vemos en la necesidad de modificar este equilibrio aumentando la carga del tren posterior, si fuera posible nos gustaría que nuestro caballo pudiera llevar (cargar) su centro de gravedad lo más cerca de la verticalidad.

Intervendremos en el entrenamiento del caballo tratando de educarlo en la manera que esperamos modifique su “porte”,es decir la manera cómo el caballo se lleva a sí mismo.

Cuando vemos a un padrillo prodigarse en su cortejo, seguramente lo veremos pasagear, piafar, efectuar alguna que otra “levade”, y sobre todo veremos que el porte de su cuello y cabeza adquieren una posición muy correcta desde el punto de vista del dressage.

Esto por un lado viene a confirmar que los aires que buscamos en la equitación no son antinaturales, que el caballo los tiene y puede desenvolverlos sin necesidad de apremios rigurosos.

En todo caso la dificultad se presenta a la hora de reproducir una motivación igualmente eficaz para que se dispare en el caballo una idéntica voluntad de lucimiento.
(el caballo manifiesta con mayor esplendor sus dotes de lucimiento a la hora del cortejo sexual… deberíamos preguntarnos qué tan seductor es el programa que rutinariamente le proponemos para conseguir el mismo resultado)

Pero esta performance también nos demuestra que aquel equilibrio que buscamos no es resultado de una energía atlética debidamente disciplinada, ni mucho menos de la aplicación de rigor en la boca o en las costillas del caballo, sino de un porte natural que pone al caballo sobre sus posteriores, con los garrones flexionados, con la consecuente liviandad del tren anterior que le permite disponer de su cuello y cabeza con la flexibilidad que requiere para dirigirse y administrarse, detenerse, volverse sobre los posteriores, elevarse, lo que queda rematado con su nuca igualmente flexionada y elevada, erguida soberbiamente. Creo que nadie duda que esta es la imagen que nos gustaría conseguir.

En la persecución de este objetivo debemos conjugar y articular, entre otras cosas, equilibrio e impulsión, prestando particular atención a que cualquier exceso en la impulsión repercutirá negativamente en el equilibrio, sobrecargando el tren anterior, aumentando la inercia, todo lo que además rematará en una boca fuerte o ”dura”, o dicho de otro modo, en detrimento de la flexibilidad.

El equilibrio debe ser vigilado y cultivado desde un principio, el caballo debe ser educado en su porte equilibrado impidiendo mediante todas las correcciones que sean necesarias las recaídas sobre el tren anterior. El trabajo en transiciones y flexionamientos del tren posterior son herramientas indispensables y sólo demandaremos impulsión a partir del equilibrio, es decir, velando para que ningún exceso de impulsión deteriore el equilibrio o implique su pérdida. Nos conformaremos con demandas mínimas, no más de dos o tres tiempos de impulsión, sin exageraciones, un entrenamiento paulatino que basado en el equilibrio, nos permita disponer de una mayor libertad del tren anterior.