martes, febrero 27, 2007

Fuerzas en fuga

Esta serie de apuntes sobre iniciación y manejo del caballo no pretende agotar ni tener la última palabra sobre el tema, es solo la recopilación de las experiencias personales, sobre todo, el devenir de un sin fin de errores y equivocaciones en la persecución de respuestas y soluciones.

Sin perjuicio de otras técnicas que aún quedan por comentar como el trabajo con riendas largas, en general el manejo de iniciación para llegar a montar y conducir un caballo, a pesar de los innumerables métodos, nos permite concluir en que generalmente el caballo se deja montar y conducir sin mayores dificultades si ha sido iniciado con criterio y tacto y mientras no nos pongamos exigentes respecto de su equilibrio y disposición “naturales”, ya sea desde el punto de vista físico como emocional.

Las dificultades en todo caso se plantean cuando pasamos a tratar de re-convertir las fuerzas que naturalmente el caballo tiene dispuestas en el sentido de la propulsión (huida) en fuerzas “atléticas” de trabajo o deportivas. En cierto modo, como ejemplo, podríamos decir que el caballo, según su entrenamiento natural, dispone sus “palancas” como lo hacen las ruedas de una locomotora, mejor dispuestas en el sentido del desplazamiento horizontal que no en el sentido vertical.

Nuestra intención, en cambio, es adiestrar al caballo de tal modo que aprenda a utilizar su potencial de trabajo (fuerzas) reconduciendo la dirección de esas fuerzas, entrenando tendones y palancas para acumular energía y corregir el equilibrio. El caballo naturalmente está dispuesto para salir “expulsado hacia delante”, en forma rectilínea, tensando todos sus músculos hacia la cabeza que, a través del cuello, organiza una suerte de vector por el que se canalizan todas las fuerzas.

Con el fin de encuadrar al caballo dentro de un determinado marco “atlético” se han utilizado diferentes métodos que ahora son repudiados por su carácter violento o agresivo para con la integridad del caballo. Se han utilizado con este fin desde el “cabezón” con riendas de atar, o las serretas españolas, los pilares, hasta la tirada en la boca y palenqueada. Todas maniobras que han intentado resolver el problema con diferentes criterios, más o menos inteligencia y diversa suerte, según la disciplina y actividad que lo requería.
De todos modos, hasta ahora, las disciplinas deportivas o las actividades de trabajo en las que se desempeñan los caballos siguen exigiendo la imposición de un entrenamiento y adiestramiento que imponen al caballo cierto rigor con el objeto de volverlo apto para esas actividades, y esto plantea a los manejos naturales y etológicos algunos interrogantes difíciles de resolver a la hora de sostener criterios intransigentes.

Pero yendo a cuestiones prácticas, el problema puede quedar planteado en la íntima relación que vincula el accionar del tren posterior con la nuca del caballo, y que lo que actúa en un sitio tiene repercusión en el otro extremo. Una excesiva intervención sobre la nuca del caballo sin haber mantenido viva la acción de avance de los posteriores trae aparejada caballos detrás de la rienda y de poco o nulo avance de los posteriores, con aires cortos y restringidos.
Por el contrario, un excesivo celo en la impulsión y avance de los posteriores suele tener como consecuencia caballos duros de boca, algo precipitados y poco flexibles. No intervenir en esta cuestión, y dejar al caballo actuar “naturalmente”, suele traer las mismas consecuencias, sobre todo en caballos de poderoso tren posterior y fuertes garrones.

Los ejercicios de flexibilización del cuello tienden a descomponer la fuerza de propulsión para reconvertirla durante el adiestramiento y entrenamiento. Poco a poco apuntamos a que el caballo se convierta en una usina de fuerzas administradas por el jinete. Fuerzas latentes y disponibles que no se consuman en la fuga hacia delante.
Pero estos ejercicios no lo son todo y esta pretensión de convertir al caballo en un “atleta” es la que genera mayores dificultades a la hora del adiestramiento y también muchas controversias respecto de cómo lograrlo.

La flexibilidad del cuello coronada con su estiramiento favorece no tanto el avance de los posteriores (a los que, de todos modos, el centro de gravedad le sigue escapando hacia delante) sino el trabajo del lomo y posibilita también que el aumento de la fuerza de propulsión no encuentre un límite en la nuca del caballo… gracias al estiramiento, la relajación y la flexibilidad descomponemos la acción dominante de huida aunque todavía estemos lejos del equilibrio deseado porque con el estiramiento del cuello se sobrecarga aún más el tren anterior.

Con el cuello estirado, el caballo encuentra facilidades para mantener en el círculo una acción decidida de sus posteriores; a mayor acción de posteriores con real compromiso de los garrones, mayor estiramiento del cuello y trabajo del lomo (debiendo vigilar siempre que este estiramiento del cuello sea consecuencia del ejercicio y no un gesto de sumisión previo al agotamiento), estableciéndose un círculo “virtuoso” que demuestra la interacción entre la flexibilidad del cuello y los posteriores: si flexibilizamos el cuello obtenemos libertad para el trabajo del posterior y del mismo modo si trabajamos el accionar de los garrones obtenemos estiramiento del cuello.

Sin embargo, todavía, en el caballo nuevo, cuando intentamos elevar su cabeza vemos que los posteriores no pueden desarrollar todo el movimiento sin interrupciones y esta dificultad repercute en la nuca.
El expediente de asegurar una flexión de nuca para que la fuerza no choque en esta articulación tampoco es una solución porque, como en el caso habitual de los caballos tirados en la boca, el caballo resuelve el problema dejando de avanzar los posteriores.

Lo ideal es el trabajo paciente y sin apremios pero muchas veces esto no se compadece con las urgencias que impone el desarrollo de la disciplina…quizás aquí entren en consideración aspectos éticos de mayor valía que deberían prevalecer, pero lo cierto es que los tiempos apuran el trabajo de los caballos y en general se trata de resolver la cuestión sin muchos miramientos.

Hay que trabajar sobre la base de evitar imposiciones forzosas imperativas, nada resolveremos por la fuerza si el caballo no puede comprender ni ejecutar lo que le demandamos; hay que plantearle el problema al caballo y dejar que él encuentre la solución pero comprobando en cada momento que está en condiciones físicas y emocionales de resolverlo.
Personalmente no veo objetable utilizar, con inteligencia y respeto, algunas herramientas o riendillas que pueden ayudar a resolver el problema, siempre que uno no espere soluciones mágicas o automáticas o se conviertan en un uso abusivo y monótono. El tacto basado en el objetivo que perseguimos debe ser la guía para decidir cómo y cuándo intervenir.

No hay que permitir el trabajo fuera del ordenamiento deseado. Cada vez que le permitimos a un caballo proceder de determinada manera él entiende que esto está permitido y después resulta muy difícil erradicarlo de su comportamiento. El equilibrio y ritmo deseados responden a un orden que hay que construir desde el principio.

domingo, febrero 18, 2007

Ceder y giros

Una vez que el caballo cede el cuello según la ejercitación de las flexiones podemos iniciar dos ejercicios que deben ser combinados y conjugados articuladamente: ceder a la pierna y giro sobre el anterior.

No se trata de un ceder a la pierna expresamente ya que estamos trabajando a pie, pero justamente trataremos de fortalecer la respuesta refleja del caballo a las ayudas en su costilla, primero con la mano.

Con el caballo que ha cedido su cuello hacia uno de sus flancos procedemos, según la sensibilidad del caballo, y de menor a mayor, a estimular la zona de la costilla donde, si estuviéramos montados, podría actuar nuestra pierna, hasta que el caballo cede al estimulo apartándose.

Según sus habilidades, será un ceder a la pierna si decide desplazarse o un giro sobre el anterior si deja su mano en el lugar.

Nunca está demás reiterar que debemos supervisar la relajación del cuello: el movimiento que inicie el caballo estimulado en sus costillas debe mantener la incurvación de toda su columna vertebral.

Lo más probable es que, como consecuencia de alguna tensión provocada por los problemas que plantea el ejercicio, el caballo tenga algunas dificultades y en sus primeros ensayos intente enderezar el cuello y girar bruscamente. Para evitar estas respuestas incorrectas, antes que exigir una ejecución impecable de principio a fin, debemos aceptar las mínimas tentativas del caballo para actuar según lo demandado. De otro modo, si toleramos ejecuciones tensionadas estaríamos aceptando una respuesta errónea y más tarde, cuando queramos corregir o exigir una mejor técnica, el caballo difícilmente comprenderá por qué hemos cambiado de parecer en cuanto a cómo se ejecuta esa maniobra.

Los intentos correctos, dentro de las expectativas y según la habilidad de cada caballo, de todas maneras mostrarán algunas variantes sobre la respuesta o la ejecución ideales. Por eso debemos tener claro el objetivo del trabajo: 1. que el caballo ceda y acepte la ayuda; 2. que mueva francamente su posterior interno sin perder la flexión del cuello; 3. que el anterior interno mantenga la suficiente actividad para que la misma espalda no pierda la soltura y libertad necesarias y 4. que sin perder la flexibilidad ni la relajación se pueda advertir un descenso del anca.

Decíamos al comienzo que se trata de combinar estos ejercicios… si el caballo se desplaza como cediendo a la pierna, este desplazamiento debe ser redirigido al enderezamiento dentro de un círculo (digamos de un diámetro que respete la mayor incurvación que tolere cómodamente el caballo) para controlar que la cesión no se convierta en una vía de escape a algunas tensiones que se pudieran haber generado durante la ejecución del ejercicio. Contrariamente, si el caballo deja clavada su mano interna debemos buscar que logre independizarla para que adquiera un movimiento libre y fluido para lo cual insistiremos hasta lograr un esbozo de ceder a la pierna, donde el anterior interno se cruza francamente sobre el exterior, para devolverlo a los pocos trancos (no mas de dos o tres) al círculo con cuello relajado, acción de los cuatro miembros e incurvación sobre la circunferencia del circulo que describe.

No está demás agregar que durante la ejecución de este ejercicio el cabestro debe permanecer colgando y sin tensiones… cualquier imposición por la fuerza entrenará al caballo en una fuerza contraria a la que queremos desarrollar.

Una vez que el caballo se pone “fino” en la ejecución de estas demandas trabajaremos en un círculo para combinar la ampliación de éste en base a una “cesión a la pierna” y una restricción en base a una “espalda adentro”, siempre velando por la relajación, para rematar después de cada secuencia o combinación, con una marcha franca hacia delante en la rectitud dentro del circulo.

Los ejercicios de ceder a la pierna, giro sobre el anterior y espalda adentro son la base de toda equitación clásica. Buscan permeabilidad a las ayudas y flexibilidad, y combinan el aprendizaje de las primeras ayudas de las piernas con las flexiones de cuello.

sábado, febrero 10, 2007

Flexiones de cuello

Un protocolo de entrenamiento suelto incluye un poco de trabajo en el cuadrilátero que puede contener algunos juegos para conseguir soltura y obtener la atención del caballo: trote con cambios de cadencias, altos y giros, iniciación al paso atrás y confirmación de la “unión”… todos estos ejercicios se pueden realizar con el caballo totalmente suelto y no debemos dejar de premiar las ejecuciones, sin abusar en la cantidad ni en las exigencias ya que solo se trata de un poco de descontracción, establecimiento de la atención y concentración necesarias para el resto del trabajo.

Ya con la jáquima colocada y un cabestro o ramal y habiendo aprovechado el movimiento suelto del caballo para atender sus tensiones y dificultades, ahora vamos a trabajar la flexibilidad del cuello.

El tema de las flexiones de cuello está profusamente desarrollado en innumerables tratados de equitación en función de la importancia y trascendencia que tiene.

En principio debemos enseñarle al caballo que ceda a la presión aplicada por el cabestro para que independientemente del resto del cuerpo ceda su cabeza y flexione el cuello en la dirección exigida. Colocados a la altura de las espaldas del caballo o un poco más atrás, tensionamos el ramal aplicando una fuerza que irá de menor a mayor, levemente incrementada, hasta que el caballo dé alguna señal de estar buscando una solución al problema planteado. Las primeras reacciones no superan el pestañeo, hasta que en el mejor de los casos se produce una evidente relajación de los músculos del cuello que culminan con un reflejo de masticación y la cabeza vuelta hacia sus propios flancos. Debemos estar atentos a premiar y acariciar el esfuerzo por mínimo que sea, dejar enderezar la cabeza y repetir dos o tres veces, tratando de obtener progresivamente la flexión más profunda posible. (Este objetivo puede llevar varias sesiones dependiendo de la morfología y temperamento de cada caballo)

El objetivo final es que ante el reclamo o llamada del cabestro el caballo gire su cabeza y ceda su cuello con flexibilidad. Sin que nos veamos en la necesidad de sostener ninguna tensión en el cabestro, el caballo aprende a responder a la señal y no a la acción de una fuerza.

En este ejercicio podremos advertir los puntos neurálgicos y rigideces del cuello… según la morfología del caballo tendremos un gran repertorio de entregas parciales del cuello y procediendo a palparlo encontraremos nudos de contracturas por las que no pasa la relajación ni la entrega. Mientras demandamos la cesión del cuello aprovechamos para masajear esos puntos buscando relajarlos.

Al no relajar la tensión que va desde la cruz hasta la nuca, el caballo busca la salida cediendo en otro punto… Algunos torcerán la cabeza (respecto de su propio eje vertical)… otros intentarán salir para atrás… o intentarán hacer un giro manteniendo la tensión todo a lo largo de su columna… Con paciencia primero debemos mantener al caballo quieto y luego en repetidas sesiones, iremos buscando que el cuello ceda en toda su longitud sin que la elevación de la cabeza sea una limitante y que el caballo independice su cuello del resto del cuerpo. Debemos aceptar las dificultades y limitaciones morfológicas y aceptar, en consecuencia, las respuestas que estén en el camino esperado, por mínimas que sean. Del mismo modo, no debemos permitir que se instalen respuestas incorrectas, que en general son aquellas que mantienen la tensión en algún lugar del cuerpo.

Hay que hacer una advertencia: no se debe perder de vista que este ejercicio puede ser utilizado con la intención de dominar o “liderar” al caballo por presión… el efecto de sumisión por la fuerza puede ser efectivo, pero nuestra intención tiene que estar puesta en que la ejecución sea sin tensiones, con relajación y en forma adecuada a la morfología del caballo, buscando la “aceptación” y no la “imposición”.

Para ayudar a la relajación podemos practicar un masaje en la nuca para proponerle al caballo una bajada del cuello hasta casi tocar el suelo con el hocico. Cuando masajeemos la zona de la nuca, el caballo bajará poco a poco su cabeza, y ante la primera cesión debemos suspender el masaje y acariciar el resto del cuello… en cada intento el caballo irá cediendo hacia abajo cada vez un poco más. Esto ayuda a estirar los músculos y tendones del cuello para que la flexión lateral no resulte tan exigente.

La flexión del cuello debe estar confirmada, no deberíamos avanzar hasta no tener flexiones relajadas a ambas manos que cedan ante la menor demanda del cabestro y que demuestren una total independencia del cuello del resto del cuerpo. La flexión lateral del cuello será el fundamento para un equilibrio correcto que no se base en tensiones musculares y para que en el futuro las medias paradas sean eficaces.

viernes, febrero 09, 2007

La primera vez


Siempre tiene algo de conmovedor subirse a un caballo por primera vez... el plan es pensarlo como si quisieras darle un gran abrazo...un abrazo de oso... creo que ellos lo viven con esa sospecha, con algo de temor... como si realmente nos lo fuéramos a comer. Por eso es imprescindible ganarse su confianza para que el caballo no se sienta apremiado por nuestras maniobras.

domingo, febrero 04, 2007

Imágenes y comentarios

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viernes, febrero 02, 2007

Trabajar de a dos

Siempre es conveniente trabajar de a dos, no sólo por cuestiones de seguridad, sino para contar con la colaboración de un observador que sea testigo de la armonía del trabajo que se está efectuando… No importa el “nivel” de exigencia, el trabajo debe ser siempre agradable de ver.

Además, quien observa puede hacer aportes respecto de algunos detalles que se pueden estar escapando. O sobre el nivel de presión que estamos ejerciendo sobre el caballo. Sugerencias sobre nuestra actitud que deben ser tenidas en cuenta, porque el caballo también nos observa, y aunque estemos convencidos de nuestra buena intención, a veces no logramos trasmitir lo que queremos… de tal modo que aquello que observa un tercero, bien puede ser lo mismo que observa o siente el caballo.

Por lo general nos sentimos apremiados y urgidos por obtener un resultado, sin embargo antes que el resultado, o el objetivo, lo que no deberíamos perder de vista es hacer del momento en que estamos con el caballo una escena de disfrute y armonía, cordial y emotivamente equilibrada. Aunque haya momentos en que parezca que las cosas se van de las manos, siempre podemos regresar a la relajación y a la atención necesarias para recuperar el equilibrio.

El temperamento personal y el temperamento del caballo entran en juego para dejar pautadas las bases de la relación. Caballo y manejador tienen un rango de compatibilidad… digamos, “temperamental”. Por encima o por debajo de ese rango, caballos y manejadores se vuelven incompatibles.

Los caballos no son todos iguales, y ante la misma actitud, demanda o exigencia, encontraremos todo un repertorio de respuestas o reacciones, dependiendo, bien por su carácter como por experiencias anteriores.

Por poner algunos extremos, hay quienes intimidarán a un caballo vergonzoso por imponer demasiada presión, y habrá quienes podrán amedrentarse frente a un caballo de carácter hosco; y a la recíproca, cada caballo dejará en claro los extremos de su personalidad.

Es necesario entonces conjugar los temperamentos, porque tanto se puede exceder el manejador por sobre-manejo, por excesiva presión, como por excesiva condescendencia… tanto como hay caballos fácilmente intimidables o fuertemente dominantes y esto no se resuelve aplicando más o menos presión, también hay que saber ceder y sobre todo relajarse uno mismo.

En cierto modo se trataría de igualar las categorías, y cada uno debería esforzarse por mejorar la calidad de su tacto ecuestre, para saber cuándo presionar sin agraviar, o cuándo ceder sin ser permisivo o excesivamente tolerante. Considerar, más que evaluar, al “alumno”, para adecuar nuestras actitudes frente a cada ejemplar.

Y a la par, no deberíamos obligarnos a manejar caballos que exceden nuestra capacidad, como tampoco manejar caballos que no estén en sintonía (aunque esto debería ser un llamado de atención a nuestro nivel de preparación, tolerancia y versatilidad).

Aunque hay relaciones que a las claras demostrarán la incompatibilidad, el observador será el mejor testigo de cuan eficientemente se esta llevando a cabo la comunicación y la interacción. Si la evolución es dinámica y armónica o si en cambio se hace necesario un cambio de actitud y hasta un cambio de manejador.