miércoles, octubre 10, 2007

Caballos a medida

Artículo publicado en el periódico Estrella septiembre/2007. (clikeando sobre la imagen se ampliará para su lectura)

viernes, octubre 05, 2007

DOMAS ETOLÓGICAS

(artículo publicado en Suplemento Ecuestre, feb/2007)

En este último tiempo asistimos a una prolífica difusión de técnicas y métodos de doma basados en principios de etología equina y los resultados de esta fecundidad han posibilitado que muchos podamos tener una mirada diferente para establecer el vínculo con el caballo.

Rápidamente, de la palenqueada y la tirada en la boca hemos pasado al uso de hackemore y caballos tumbados con maneas, y de estos métodos a caballos “dominados” por la presión ejercida por el “manejador” como si fuera el líder de la manada, hasta, incluso, iniciación y manejos en absoluta libertad.

Pero sin embargo, a pesar del amplio y variado repertorio, que va de lo más agresivo y violento a lo más liberal, en muchos casos todavía se advierte que quien hace las veces de domador no ha cambiado de actitud. Aprovechándose de las nuevas técnicas y procedimientos, abusa de su poder para consolidarse como dominador y someter al caballo. El depredador, travestido con su piel de cordero, echa mano a las “nuevas” técnicas pero no pierde las mañas.

Ciertamente aún no hemos tenido toda la experiencia necesaria para emitir una opinión definitiva y además todavía no hemos superado la desconfianza y conflictos que naturalmente genera la novedad. Esta novedad aún está muy lejos de integrarse a nuestra cultura… estamos muy lejos aún de que cada uno de los que participa en la “creación” de un caballo deportivo tenga claro cuál es el objetivo y actúe en consecuencia para que el resultado sea coherente y se pueda sistematizar para dar forma a una cultura ecuestre diferente, más cordial, amable y placentera.

Pero sí podemos advertir una constante que es la fantasía de recurrir a un “sistema infalible” que represente un atajo o nos permita saltear etapas. En este sentido, desde que se ha intentado formalizar y metodizar la equitación, desde Jenofonte en adelante, de a poco y en forma progresiva se ha ido desvaneciendo el concepto de arte para ser sustituido por manuales de instrucciones, no tanto por el ánimo de quien los escribe como por la búsqueda de respuestas prácticas por parte de quien los lee.

De alguna manera, en nuestro apuro por obtener resultados, hemos pasado por alto conceptos que ningún tratado importante de equitación omite: el tacto del jinete, la sensibilidad del caballo y la permeabilidad a las ayudas.

Es posible que la nueva información venga con un nuevo “packaging”, metodizada con formato científico, pero aunque se presente con diferente nombre, ningún adiestrador de excelencia desconoce los beneficios de apreciar la naturaleza del caballo, su sensibilidad y actuar con el correspondiente tacto.

Pareciera entonces que hemos recurrido a “tecnificar” la equitación, aplicar una serie de procedimientos que deberían asegurar el resultado, más apremiados a montar con “contacto”, que a montar con “tacto”.

No creo que se deba tratar de un procedimiento sino de la creación de un vínculo que tenga al caballo y al manejador en comunicación y no a la defensiva, relajados y en confianza mutua. No creo que por ejemplo, se deba proceder a montar un caballo porque haya transcurrido el tiempo de tres días o media hora que impone el protocolo del método que sea, sin antes haber entrenado al caballo para que fortalezca su lomo, y esté en condiciones físicas y emocionales de llevarnos, relajado, flexible y en equilibrio, con la debida actitud atlética.

A lo que deberían remitirnos las nuevas técnicas es a cambiar nuestra actitud, sobre todo en lo que se refiere a dominar y someter al caballo; a reconducirnos y entrenarnos para saber “leer” y “comprender” al caballo sin que necesitemos insensibilizarlo ni lavarle el cerebro para manipularlo como si fuera un objeto. A minimizar el protagonismo del manejador, porque el artista es el caballo.

No se trata de una rivalidad entre lo moderno teñido de una remota conciencia ecológica y el manejo tradicional reprochado de violento… En todo caso lo tradicional bien concebido ha sido un “saber” que lamentablemente por las circunstancias que sea no ha hecho escuela, o su mensaje, por las particularidades de nuestra época y de nuestras ansiedades, se ha ido tergiversando, hasta volverlo una insensata reiteración de maniobras que no respetan la sensibilidad del caballo, en la idea que, por si mismas, garantizan el resultado.

El fundamento de una buena doma siempre ha sido un cabal conocimiento de la naturaleza del caballo y esta experiencia no se puede abreviar con ninguna técnica por más infalible que se presente.

Probablemente no terminemos de salir de nuestro laberinto hasta no aceptar que debemos cancelar todo acto dirigido a someter al caballo, a disciplinarlo por la fuerza o la violencia, sea esta física o sicológica, porque el arte ecuestre se basa en la integridad del caballo y su libertad, cabalgar y adiestrar según las condiciones que nos propone el caballo y no según las que nuestras limitaciones quiere imponerle.

ARGUMENTOS

(artículo publicado en Suplemento Ecuestre, abril/2007)

Ignorancia-miedo-violencia

Es fácil comprobar que habitualmente nos evitamos el esfuerzo y el trabajo que demandan la razón y el conocimiento, y como consecuencia de una serie muy elemental, procedemos según el orden impuesto por la ignorancia, a la que sigue como lógica consecuencia, el miedo y como correlato inevitable, la violencia.Como no sabemos, desconfiamos y tenemos miedo, y luego actuamos tratándonos de imponer por la fuerza.

Sin embargo, podría ser que, aproximándonos a la naturaleza del caballo de acuerdo con nuestra propia naturaleza caracterizada por la racionalidad, diéramos en la clave para encontrar el vínculo, la relación, que nos una al caballo.

El caballo es un animal herbívoro, de presa, que vive en manadas dirigidas por un líder (probablemente el más experimentado y no el más agresivo) con un programa genético bastante elemental: subsistir pastando en las mejores pasturas que pueda encontrar, procrear y escapar lo más rápidamente posible de los depredadores. Lo desconocido para el caballo es una amenaza.

Ante lo desconocido el caballo no ataca, huye y no lo piensa dos veces.En principio pues, para el caballo somos una amenaza, irrumpimos en su escenario y por si no fuera suficiente, ostentamos la imagen de un depredador (nuestra mirada, nuestra actitud...) Así que su respuesta instintiva y correcta es ponerse lo más lejos posible de nosotros.Somos nosotros pues los responsables primeros de la actitud de desconfianza del caballo y en tal sentido seríamos los primeros obligados en cambiar las cosas para que esta sospecha caiga desestimada por el caballo: que él cambie su parecer y acabe sopesando la posibilidad de que seamos buena gente. En este sentido de nada sirve que uno esté convencido de tal cosa, el caballo no acepta nuestras garantías, debe comprobarlo por sí mismo.

El dolor como argumento pedagógico

El trato tradicional busca seguridades (que el caballo pare y no se dispare) y cree que aplicando lecciones dolorosas el caballo acabará “comprendiendo” lo que le conviene. Pensar de este modo deja entrever una pequeña contradicción, si el caballo es capaz de “comprender“, en este caso por el dolor, ¿por qué no existe una instancia donde darle la oportunidad de comprender sin el dolor?

Con el dolor podemos doblegar al animal, su moral y entereza, pero el dolor no enseña. En todo caso reprime, inhibe conductas y respuestas. El dolor no se puede vincular con el aprendizaje, salvo a niveles de respuesta reflejas. El dolor como castigo o como refuerzo negativo sólo puede ser funcional en una mente capaz de abstraer e inferir premisas generales al punto de construir una amenaza ominosa que genere en el sujeto un temor generalizado y un estado de inhibición reverencial.

El caballo no llegará a comprender la lógica del refuerzo negativo como premisa general y/o el castigo como consecuencia de “malos comportamientos“, sólo puede asociar e identificar determinadas situaciones según su experiencia y actuar en consecuencia. Lo más probable es que termine asociando el dolor con nuestra presencia (porque somos la constante que se repite en cada experiencia dolorosa).

De tal modo, que en lugar de poder corregir errores con el recurso del castigo o el dolor, acabaremos sembrando desconfianza. En casos extremos el caballo llegará a identificar al manejador como la causa del problema o dolor y no solo perderá la confianza sino que desatará sus mecanismos de defensa.

Muchas veces la reiteración indefinida de experiencias dolorosas, o simplemente traumáticas porque aturden sus sentidos, no hace más que sumir al caballo en lo que se conoce como respuesta “nihilista“: el caballo se auto inhibe, segrega endorfinas, cancela toda respuesta, intenta pasar desapercibido para no llamar la atención del agresor o se entrega lisa y llanamente a lo inevitable.El caballo puede reconocer, asociar datos de la realidad conectados inmediatamente pero no puede deducir o inferir premisas generales; puede recordar el dolor ante una experiencia determinada, pero no puede especular o calcularlo como una amenaza tácita, latente, si no hace lo correcto.

Una estrategia racional

Algunos creen que el hombre puede aprender conductas “convenientes” de una manera compulsiva, como una rata, por el dolor y el acto reflejo; sin embargo está demostrado que existe un mecanismo de aprendizaje mucho más eficiente que le permite comprender sin necesidad del estímulo negativo (aunque muchos crean que la mejor manera de disciplinar socialmente a un pueblo sea por la fuerza) de tal modo que, pedagógicamente, esperamos que el hombre aprenda según una estrategia racional.

De la misma manera es dable esperar que el caballo aprenda según su propia estrategia mental.Ahora entonces nos preguntamos, ¿por qué creemos que el caballo no puede aprender conductas si no es por el imperio de la fuerza? ¿No será por nuestro propio miedo, por nuestra ignorancia, que no le damos la oportunidad al caballo de demostrar su inteligencia?

De hecho en sus rutinas diarias el caballo no deja de aprender conductas apropiadas para su supervivencia sin que nadie le imponga el rigor necesario: aprende por imitación, copiando a su madre... lo único necesario es que el caballo reconozca que esa rutina es buena para su supervivencia o su placer o su comodidad o seguridad y que le venga dada por alguien de su confianza.El caballo intenta respuestas para aprender... experimenta y saca sus conclusiones. Si ante la respuesta correcta recibe una gratificación estaremos consolidando respuestas adecuadas, correctas, y él mismo intentará repetirlas para repetir el resultado que resultó satisfactorio o gratificante.

El caballo aprende. De hecho está permanentemente atento a los estímulos del mundo exterior, porque de ello depende su supervivencia. Y no sólo aprende a repetir simples actos reflejos o respuestas condicionadas por estímulos puntuales de golosinas o dolor, según su propia lógica o coherencia, produce respuestas hacia el mundo exterior en un todo de acuerdo con una íntima motivación que lo anima.


Una vez superada la desconfianza, el caballo cederá a su natural y exagerada curiosidad y tratará de incorporar información para sus programas genéticos. Es en ese espacio donde debemos ubicarnos, superada la desconfianza y abierta la curiosidad, presentarnos como un ser confiable que los ayuda a resolver algunos problemas y sobre todo, que cerca nuestro, está seguro y no corre riesgos. Superar la instancia en la que el caballo aún está a la defensiva ante nuestra presencia porque somos una amenaza, lograr su atención, incentivar su curiosidad y establecer una comunicación.

TRABAJO PIE A TIERRA

(artículo publicado en Suplemento Ecuestre, junio/2007)

Flexiones
Un protocolo de entrenamiento incluye un poco de trabajo suelto que puede contener algunos juegos para conseguir soltura y obtener la atención del caballo. Todos estos ejercicios se deberían realizar con el caballo totalmente suelto y no debemos dejar de premiar las ejecuciones, sin abusar en la cantidad ni en las exigencias ya que solo se trata de un poco de descontracción, establecimiento de la atención y concentración necesarias para el resto del trabajo.

Ya con la jáquima colocada y un cabestro ahora vamos a trabajar la flexibilidad del cuello.El tema de las flexiones de cuello está profusamente desarrollado en innumerables tratados de equitación en función de la importancia y trascendencia que tiene.

En principio debemos enseñarle al caballo que ceda a la presión aplicada por el cabestro para que independientemente del resto del cuerpo ceda su cabeza y flexione el cuello en la dirección exigida. Colocados a la altura de las espaldas del caballo o un poco más atrás, tensionamos el ramal aplicando una fuerza que irá de menor a mayor, levemente incrementada, hasta que el caballo dé alguna señal de estar buscando una solución al problema planteado. Las primeras reacciones no superan el pestañeo, hasta que en el mejor de los casos se produce una evidente relajación de los músculos del cuello que culminan con un reflejo de masticación y la cabeza vuelta hacia sus propios flancos. Debemos estar atentos a premiar y acariciar el esfuerzo por mínimo que sea, dejar enderezar la cabeza y repetir dos o tres veces, tratando de obtener progresivamente la flexión más profunda posible. (Este objetivo puede llevar varias sesiones dependiendo de la morfología y temperamento de cada caballo)

El objetivo final es que ante el reclamo o llamada del cabestro el caballo gire su cabeza y ceda su cuello con flexibilidad. Sin que nos veamos en la necesidad de sostener ninguna tensión en el cabestro, el caballo aprende a responder a la señal y no a la acción de una fuerza.

Con este ejercicio podremos advertir los puntos neurálgicos y rigideces del cuello… según la morfología del caballo tendremos un gran repertorio de entregas parciales del cuello; procediendo a palparlo encontraremos nudos de contracturas por los que no pasa la relajación ni la entrega. Mientras demandamos la cesión del cuello aprovechamos para masajear esos puntos buscando relajarlos.

Si el caballo no relaja la tensión que va desde la cruz hasta la nuca, buscará la salida cediendo en otro punto… Algunos torcerán la cabeza (respecto de su propio eje vertical)… otros intentarán salir para atrás… o intentarán hacer un giro manteniendo la tensión todo a lo largo de su columna… Con paciencia, primero debemos mantener al caballo quieto y luego, en repetidas sesiones, iremos buscando que el cuello ceda en toda su longitud y que el caballo independice el cuello del resto del cuerpo. Debemos aceptar las dificultades y limitaciones morfológicas y aceptar, en consecuencia, las respuestas que estén en el camino esperado, por mínimas que sean. Del mismo modo, no debemos permitir que se instalen respuestas incorrectas, que en general son aquellas que mantienen la tensión en algún lugar del cuerpo.

Hay que hacer una advertencia: no se debe perder de vista que este ejercicio puede ser utilizado con la intención de dominar o “liderar” al caballo por presión… el efecto de sumisión por la fuerza puede ser efectivo, pero nuestra intención tiene que estar puesta en que la ejecución sea sin tensiones, con relajación y en forma adecuada a la morfología del caballo, buscando la “aceptación” y no la “imposición”.

La flexión del cuello debe estar confirmada, no deberíamos avanzar hasta no tener flexiones relajadas a ambas manos que cedan ante la menor demanda del cabestro y que demuestren una total independencia del cuello del resto del cuerpo. La flexión lateral del cuello será el fundamento para un equilibrio correcto que no se base en tensiones musculares y para que en el futuro las medias paradas sean eficaces.

Iniciación a la cesión a la pierna

Una vez que el caballo cede el cuello según la ejercitación de las flexiones podemos iniciar dos ejercicios que deben ser combinados y conjugados articuladamente: ceder a la pierna y giro sobre el anterior.

No se trata de un ceder a la pierna expresamente ya que estamos trabajando a pie, pero justamente trataremos de fortalecer la respuesta refleja del caballo a las ayudas en su costilla, primero con la mano.

Con el caballo que ha cedido su cuello hacia uno de sus flancos procedemos, según la sensibilidad del caballo, y de menor a mayor, a estimular la zona de la costilla donde, si estuviéramos montados, podría actuar nuestra pierna, hasta que el caballo cede al estimulo apartándose. Según sus habilidades, responderá con un ceder a la pierna si decide desplazarse o un giro sobre el anterior si deja su mano en el lugar.

Nunca está demás reiterar que debemos supervisar la relajación del cuello: el movimiento que inicie el caballo estimulado en sus costillas debe mantener la incurvación de toda su columna vertebral.

Lo más probable es que, como consecuencia de alguna tensión provocada por los problemas que plantea el ejercicio, el caballo tenga algunas dificultades y en sus primeros ensayos intente enderezar el cuello y girar bruscamente. Para evitar estas respuestas incorrectas, antes que exigir una ejecución impecable de principio a fin, debemos aceptar las mínimas tentativas del caballo para actuar según lo demandado. De otro modo, si toleramos ejecuciones tensionadas estaríamos aceptando una respuesta errónea y más tarde, cuando queramos corregir o exigir una mejor técnica, el caballo difícilmente comprenderá por qué hemos cambiado de parecer en cuanto a cómo se ejecuta esa maniobra.

Los intentos correctos, dentro de las expectativas y según la habilidad de cada caballo, de todas maneras mostrarán algunas variantes sobre la respuesta o la ejecución ideales. Por eso debemos tener claro el objetivo del trabajo: 1. que el caballo ceda y acepte la ayuda; 2. que mueva francamente su posterior interno sin perder la flexión del cuello; 3. que el anterior interno mantenga la suficiente actividad para que la misma espalda no pierda la soltura y libertad necesarias y 4. que sin perder la flexibilidad ni la relajación se pueda advertir un descenso del anca.

Decíamos al comienzo que se trata de combinar estos ejercicios… si el caballo se desplaza como cediendo a la pierna, este desplazamiento debe ser redirigido al enderezamiento dentro de un círculo (digamos de un diámetro que respete la mayor incurvación que tolere cómodamente el caballo) para controlar que la cesión no se convierta en una vía de escape a algunas tensiones que se pudieran haber generado durante la ejecución del ejercicio. Contrariamente, si el caballo deja clavada su mano interna debemos buscar que logre independizarla para que adquiera un movimiento libre y fluido para lo cual insistiremos hasta lograr un esbozo de ceder a la pierna, donde el anterior interno se cruza francamente sobre el exterior, para devolverlo a los pocos trancos (no mas de dos o tres) al círculo con cuello relajado, acción de los cuatro miembros e incurvación sobre la circunferencia del circulo que describe.

No está demás agregar que durante la ejecución de este ejercicio el cabestro debe permanecer colgando y sin tensiones… cualquier imposición por la fuerza entrenará al caballo en una fuerza contraria a la que queremos desarrollar.

Una vez que el caballo se pone “fino” en la ejecución de estas demandas trabajaremos en un círculo para combinar la ampliación de éste en base a una “cesión a la pierna” y una restricción en base a una “espalda adentro”, siempre velando por la relajación, para rematar después de cada secuencia o combinación, con una marcha franca hacia delante en la rectitud dentro del circulo.

Los ejercicios de ceder a la pierna, giro sobre el anterior y espalda adentro son la base de toda equitación clásica. Buscan permeabilidad a las ayudas y flexibilidad, y combinan el aprendizaje de las primeras ayudas de las piernas con las flexiones de cuello.