Durante el trabajo suelto en el cuadrilátero además de los altos, iniciación a la media parada y cambios de ritmo, también podemos introducir los giros y vueltas.
Pero antes debemos confirmar lo que se conoce como el “cambio de ojo”. Con el caballo parado y dándonos la grupa, nos corremos apenas un paso hacia un lado, el caballo debe estar lo suficientemente atento aunque relajado, como para que no interprete nuestro desplazamiento como una ayuda de impulsión o indicación de cambio de dirección… la idea es que permanezca quieto y que al cabo de unos segundos vuelque su cuello hacia nuestra dirección para mirarnos con el ojo de ese lado.
Una vez que esto haya sucedido podemos desplazarnos hacia el otro lado para provocar que el caballo gire su cuello y “cambie su ojo”, para mirarnos.
Este ejercicio establece unas cuantas pautas de entendimiento… en principio nos demuestra que el caballo no está en fuga, sino que está dispuesto emocionalmente para observar de qué se trata nuestra presencia… antes de huir nos observa. Cede la impronta de la huida para dejar paso a la curiosidad y a un ánimo comunicativo. Al “cambiar de ojo”, nos reconoce e identifica sin que haya diferencias entre lo que viene por la derecha o lo que viene por la izquierda. Y además le permite al caballo independizar su cuello. Para terminar, animamos al caballo a iniciar el paso de tal modo que al tener el cuello volteado y girado hacia nosotros lo hará intentando seguirnos con su mirada, entrando en un círculo perfectamente incurvado y con el cuello relajado.
Para enseñar una media vuelta hacia el interior, con el caballo detenido, nos colocamos por delante de su eje longitudinal, frente a él y le damos una señal clara con el brazo indicándole la dirección. El caballo estimulado a tomar el paso buscará el camino de la “única puerta abierta” y una vez que inicie la vuelta apoyaremos esta acción con algo más de impulsión, rezagándonos un poco.
Cuando el caballo confirma su nueva dirección, habiendo cambiado de mano, le permitimos estabilizarse en el círculo y al cabo de no más de media vuelta lo podemos detener… adelantándonos hacia sus espaldas, para premiarlo y acariciarlo. Y a partir de allí realizar el ejercicio a la otra mano. No hace falta más de tres o cuatro repeticiones a cada mano para que el caballo confirme el sentido de nuestras ayudas y realice francamente las vueltas que le demandamos.
Más adelante podremos intentar demandar estas vueltas sin detención previa y luego al trote, lo que nos permitirá ejercitarlo en cambios de mano dentro del círculo.
Otro ejercicio que aprecio es el giro hacia el lado exterior. Una vez más, con el caballo detenido frente a nosotros, daremos señales claras para que el caballo inicie un giro, apoyándose en el posterior. Para esto debemos permitir que haya un margen entre el caballo y el lado del cuadrilátero, como para que tenga espacio suficiente para realizar el ejercicio.
Este ejercicio favorece francamente el remetimiento del posterior como la bajada del anca y el flexionamiento de los garrones.
Del mismo modo como hemos procedido y debe ser la costumbre, no más de cuatro repeticiones y caricias y voces de halago cada vez que nos sale bien, nos iremos entrenando, el caballo y nosotros mismos, en agilidad y oportunidad, ubicación de nuestro cuerpo y la emisión de señales claras, hasta realizarlo con fluidez, encadenando giros y vueltas a cada mano como si fuera una danza.
El caballo no sólo se pondrá fino a nuestras ayudas, sino que estará muy atento a nuestro desenvolvimiento. Adquirirá un equilibrio natural favorecido no sólo por la acción de los posteriores (flexionados) sino que además medirá su precipitación, su inercia de marcha, para poder estar dispuesto a cada demanda de un giro, haciendo sus aires más rítmicos, derechos, alivianando el tren anterior y propulsándose decididamente con su tren posterior.
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