Hay infinidad de técnicas que se pueden enseñar o transmitir pero sin embargo en el arte de la doma y la equitación la suma de todas las técnicas no siempre resulta en una práctica de excelencia.
Ayer, un amigo filósofo me recordó el concepto de oportunidad que los griegos llamaban kairos. Lo primero que sabemos de la oportunidad es que la pintan calva por lo difícil que es atraparla.
Si pensamos en la doma, la oportunidad es una idea clave pero no es de aquellas que se pueden enseñar. Se le puede decir a alguien que esté atento a la oportunidad, se le puede indicar: "Ahora!" cuando es el momento más favorable para aplicar una ayuda, pero darse cuenta por sí mismo cuándo es el momento oportuno para actuar (o no actuar) depende del desarrollo de la intuición.
Como el arte del buen fotógrafo que captura el momento del gesto preciso que expresa un sentimiento o la singularidad de la escena porque reúne en ese instante todos los elementos conjugados en sintonía para un resultado perfecto.
Una intuición que no es lo que comunmente conocemos como espontaneidad irreflexiva sino algo así como un sentido extra que se desarrolla recogiendo todo el conocimiento, toda la experiencia y la sensibilidad.
Resolver con arte el momento de actuar o no actuar, aumentar o ceder en la presión, comprender si el caballo está con nosotros o aún desconfiado, que las ayudas de nuestro cuerpo sintonicen con el equilibrio del caballo... capitalizar el momento de relajación o de la pausa reconociendo los gestos del caballo cuando hace su mejor esfuerzo por entender lo que pedimos... todo ello en un instante en el que debemos decidir nuestro próximo paso.
Todo el recorrido de la doma y la equitación se eslabona a partir de esta serie de decisiones oportunas que a la larga nos permiten cultivar la inteligencia del caballo.
El don de la intuición para captar la oportunidad no se enseña pero es algo que debemos aprender.
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