La negociación implica un trato... un trato que en sí mismo lleva varias acepciones. Tratar como intentar: intentaremos por todos los medios seducir al caballo, ofreciéndonos como una alternativa válida para su programa genético, motivando su curiosidad para que abandone sus defensas y expectativas de huída y encuentre tranquilidad y seguridad en nuestra compañía. En un segundo aspecto tratar alude al desenvolvimiento del tacto social, o el trato que nos prodigamos, a las reglas de comportamiento: no le hagas al otro lo que no quisieras que te hicieran a vos mismo. Y en tercer término, tratar como trato, acuerdo o contrato... si logramos la confianza, seguramente podremos sellar el acuerdo de una sociedad y amistad duraderas.
Todo esto que hemos desarrollado tiene que ver con el manejo del caballo, una vez más las connotaciones de las palabras pueden ayudarnos a despejar las ideas. Manejar puede aludir a dirigir, conducir y en algún aspecto, liderar. El hecho de manejar un caballo debe advertirnos sobre la responsabilidad que conlleva hacerse cargo de la nobleza del caballo. Al mismo tiempo esta posición de autoridad y de poder que nos da haber “domado“ a un caballo no debe obnubilarnos volviéndonos autoritarios y absolutistas. Manejar, conducir, dirigir y hasta liderar a un caballo debe ser pensado como una responsabilidad y no como una oportunidad para imponer y abusar del poder . Está claro que podemos ejercer un gran poder sobre el caballo, y esto, antes de inflarnos de vanidad, debería ponernos a considerar las maneras de administrar ese vínculo.
Las bases para que este contrato sea genuino y se prodigue en réditos y beneficios de toda índole residen en la reconsideración de la naturaleza del caballo, dejar de pensarlo como un animal peligroso y potencialmente agresivo, a la vez que gracias al conocimiento de su etología, comprenderlo en sus desconfianzas y temores; desarrollar un lenguaje corporal que nos permita comunicarnos; desarrollar el adiestramiento de acuerdo a la capacidad de aprendizaje que tiene el caballo, confiando en que tomará las decisiones correctas; y trabajar siempre sobre la base de la relajación y el equilibrio tanto físico como moral.
Hay quienes dicen que amansar un caballo es fácil y que domarlo no es lo mismo... amansarlo no es la cuestión, no es fácil ni difícil, porque el caballo “es“ manso; la cuestión es domarlo y adiestrarlo sin que pierda su mansedumbre ni nada de aquello que nos cautiva cuando lo admiramos en libertad.
domingo, noviembre 19, 2006
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