miércoles, marzo 07, 2007

De rigores que espantan

El caballo, de este modo, da la impresión de hacer, con su propio consentimiento, lo que se le pida. (del reglamento de la FEI)

Partimos de la base que el caballo es el protagonista y el ejecutante.
Puede parecer una discusión semántica, pero el caballo no debería “dar la impresión”, como si se tratara de una ilusión, si no que el caballo debería ejecutar con su voluntad e iniciativa, lo que se le demanda.
El resultado que se busca entonces es consecuencia de un aprendizaje por parte del caballo. Si bien es cierto que para resolver algunas expresiones lujosas es imprescindible entrenar físicamente al caballo, ponerlo en una disponibilidad atlética, la idea del adiestramiento que prefiero es aquella que enfatiza el favor de la inteligencia del caballo. Un caballo educado, de buenos modales, obediente que sabe lo que tiene que hacer.

Enfrascados en discusiones técnicas perdemos de vista otras expectativas.
Tal cual está presentada la disciplina sobre todo a nivel competitivo, cada vez parece ser más rigurosa y exigente, sobre todo a nivel de las habilidades del jinete. Estas exigencias se plantean desde un inicio y a veces son la misma causa del abandono y de las dificultades para que más gente se decida para practicarla.

Son pocos los que pueden aspirar a ser bailarines profesionales, pero esto no es óbice para que todos podamos disfrutar del ritmo y la armonía de una melodía y bailar con apasionamiento.

Si el dressage solo depende de la habilidad del jinete, muy posiblemente se vuelva una disciplina cada vez más elitista.
Sin embargo un caballo que haya aprendido a realizar los ejercicios solo necesita un jinete que sepa “pedir”.
La calidad de jinete e instructor no necesariamente deberían estar confundidas… seguramente las dos cualidades bien ejecutadas pueden ponernos ante un talento singular, pero esto no debería determinar la regla general porque si no el dressage ya no se podría considerar un deporte, seria solamente una sucesión de excepcionalidades. No hay nada que inhiba a persona alguna para disfrutar de un ejercicio de alta escuela… podrá ser ejecutado con mayor o menor excelencia, pero el factor decisivo es que el caballo haya aprendido a hacerlo.

Casi no disponemos de caballos de escuela… esto conspira contra el aprendizaje de los jinetes. No tener a disposición un caballo que nos enseñe cómo se siente esa energía, hace que el proceso de entrenamiento del jinete sea muchas veces un devenir, un derrotero a tientas en medio de un laberinto, sin tan siquiera saber qué se busca.

Quien se arrima a los caballos busca maneras de disfrute, y el caballo en general tiene una variedad muy amplia de maneras de prodigarlo y entre ellas, no me cabe duda, montar un caballo adiestrado es una de las mayores emociones que nos puede brindar.
El compromiso de los instructores no debería hacer de esta expectativa un plan de tal exigencia vinculado con el talento y las habilidades del jinete, sino que debería tratarse de hacérselo posible.

Estamos muy lejos de una equitación de excelencia porque nuestros ejemplos son excepciones y nuestra idea de la disciplina, un rigor que pone a prueba el más genuino entusiasmo… nada más alejado de la nobleza y entrega que el caballo está siempre a dispuesto a brindarnos espontáneamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

MUY BUENOS LOS ARTICULOS ,FACILES DE COMPRENDER Y EXPEDITIVOS .LES MANDO UN SALUDON . SUSANA