viernes, enero 12, 2007

Jáquima

Antes de continuar con otros aspectos debemos dedicarle atención a una herramienta que ha demostrado ser muy eficiente: la jáquima. La jáquima es un bozal elaborado con una soga de unos 8mm de grosor que si bien impresiona por su eficiencia abriendo dudas sobre su rigurosidad y severidad, como casi todos los artificios que ingeniamos para entrenar al caballo, su eventual “dureza” depende más del uso y abuso que hagamos, que de sus propias características. Una jáquima nos permite enviar señales claras y precisas que actúan sobre la nuca y las ternillas de la nariz del caballo.

Por lo general vemos que durante un proceso de amansamiento y doma se procede a “insensibilizar”, sacar “cosquillas” etc. … procedemos de tal modo que primero anulamos las respuestas reflejas y sensibles del caballo para, curiosa y algo contradictoriamente, más adelante, esperar que las ayudas que aplicamos resulten eficaces… así, durante el proceso de adiestramiento, el caballo se ve obligado a re-aprender respuestas que naturalmente tenía incorporadas pero que con el procedimiento de insensibilización habíamos “apagado”. Lo insensibilizamos, lo entrenamos para que prácticamente no responda a ningún estímulo, pero más adelante exigiremos de él respuestas ágiles y espontáneas.

Es fácil de comprobar, a las pocas repeticiones de un determinado estímulo que provoca una reacción refleja, si no hay un refuerzo positivo, una gratificación, el caballo cancela toda respuesta y se vuelve sordo al estímulo.

En este aspecto la jáquima es una presencia que trabaja sobre la sensibilidad intacta del caballo y le da señales sin necesidad de someterlo; diferente a los bozales tradicionales que sólo actúan como sujeción y sólo son eficientes una vez que el caballo “aprendió” que no puede librarse de ellos, siendo además por su bastedad, toscos e imprecisos si queremos enviar señales de conducción.

Sin la necesidad de aplicar fuerza alguna, más allá de la necesaria para enviar un estímulo como puede ser la aplicada por un dedo, la jáquima es una herramienta muy precisa a la hora de enseñar los rudimentos de una flexión de cuello y de nuca o dar las indicaciones de dirección de marcha.

Ante un estímulo grosero un caballo insensibilizado en lugar de ceder apartándose, suele oponer una resistencia con una fuerza por lo menos igual a la recibida… por ejemplo, si hacemos fuerza contra las costillas del caballo por lo general éste tiende apoyarse en lugar de ceder a la presión… En el otro extremo, sin términos medios, la otra conducta posible es la huida… ante la fuerza ejercida con un bozal el caballo tiende a reaccionar con una fuerza igual o mayor en sentido contrario.

Es fácil constatar que el caballo “arisco” (al que no se la han sacado las cosquillas) está pendiente de cualquier gesto y su respuesta inmediata es apartarse, no es necesario tocar las costillas de un caballo, con solo arrimar la mano, el caballo cederá a la “presión”, al estímulo.
Antes que insensibilizarlo sería conveniente cimentar estas reacciones porque nos serán útiles.
Contrariamente, si procedemos a insensibilizar anulamos la relación causa/efecto y más adelante nos veremos obligados a aplicar ayudas más torpes y groseras, porque el caballo ya habrá aprendido a responder o reaccionar con una fuerza contraria, resistiendo en lugar de ceder a la ayuda.

En cambio la jáquima nos permite enviar señales y estímulos que enseñan al caballo a ceder a la presión. La presencia sobre el tacto del caballo es la adecuada para que su respuesta sea ceder apartándose del estímulo… si se trata de flexionar el cuello hacia el lado izquierdo por ejemplo, las ayudas de la jáquima se aplicarán sobre el lado derecho de la cara del caballo... de tal modo que cediendo a la presión el caballo llevará su cabeza hacia el lado izquierdo.

Por otra parte no es necesario que el caballo aprenda a respetar la jáquima, desde la primera lección, comprenderá perfectamente los estímulos recibidos y en pocas repeticiones aprenderá a seguir directamente el ramal o cabestro donde se inicia nuestro movimiento.

De este modo establecemos una serie de pautas en la relación que consolidan el vínculo: ante determinado gesto, estímulo o ayuda el caballo responde con la presteza y la agilidad requeridas siempre que además estemos prestos para premiar su respuesta “correcta”.

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