viernes, febrero 02, 2007

Trabajar de a dos

Siempre es conveniente trabajar de a dos, no sólo por cuestiones de seguridad, sino para contar con la colaboración de un observador que sea testigo de la armonía del trabajo que se está efectuando… No importa el “nivel” de exigencia, el trabajo debe ser siempre agradable de ver.

Además, quien observa puede hacer aportes respecto de algunos detalles que se pueden estar escapando. O sobre el nivel de presión que estamos ejerciendo sobre el caballo. Sugerencias sobre nuestra actitud que deben ser tenidas en cuenta, porque el caballo también nos observa, y aunque estemos convencidos de nuestra buena intención, a veces no logramos trasmitir lo que queremos… de tal modo que aquello que observa un tercero, bien puede ser lo mismo que observa o siente el caballo.

Por lo general nos sentimos apremiados y urgidos por obtener un resultado, sin embargo antes que el resultado, o el objetivo, lo que no deberíamos perder de vista es hacer del momento en que estamos con el caballo una escena de disfrute y armonía, cordial y emotivamente equilibrada. Aunque haya momentos en que parezca que las cosas se van de las manos, siempre podemos regresar a la relajación y a la atención necesarias para recuperar el equilibrio.

El temperamento personal y el temperamento del caballo entran en juego para dejar pautadas las bases de la relación. Caballo y manejador tienen un rango de compatibilidad… digamos, “temperamental”. Por encima o por debajo de ese rango, caballos y manejadores se vuelven incompatibles.

Los caballos no son todos iguales, y ante la misma actitud, demanda o exigencia, encontraremos todo un repertorio de respuestas o reacciones, dependiendo, bien por su carácter como por experiencias anteriores.

Por poner algunos extremos, hay quienes intimidarán a un caballo vergonzoso por imponer demasiada presión, y habrá quienes podrán amedrentarse frente a un caballo de carácter hosco; y a la recíproca, cada caballo dejará en claro los extremos de su personalidad.

Es necesario entonces conjugar los temperamentos, porque tanto se puede exceder el manejador por sobre-manejo, por excesiva presión, como por excesiva condescendencia… tanto como hay caballos fácilmente intimidables o fuertemente dominantes y esto no se resuelve aplicando más o menos presión, también hay que saber ceder y sobre todo relajarse uno mismo.

En cierto modo se trataría de igualar las categorías, y cada uno debería esforzarse por mejorar la calidad de su tacto ecuestre, para saber cuándo presionar sin agraviar, o cuándo ceder sin ser permisivo o excesivamente tolerante. Considerar, más que evaluar, al “alumno”, para adecuar nuestras actitudes frente a cada ejemplar.

Y a la par, no deberíamos obligarnos a manejar caballos que exceden nuestra capacidad, como tampoco manejar caballos que no estén en sintonía (aunque esto debería ser un llamado de atención a nuestro nivel de preparación, tolerancia y versatilidad).

Aunque hay relaciones que a las claras demostrarán la incompatibilidad, el observador será el mejor testigo de cuan eficientemente se esta llevando a cabo la comunicación y la interacción. Si la evolución es dinámica y armónica o si en cambio se hace necesario un cambio de actitud y hasta un cambio de manejador.

No hay comentarios.: